lunes, 16 de junio de 2008

Agujero de Gusano... O el Umbral intraspasable.Lecciones de química… o encontrar a La que Vuela.


Todo parece conjurarse para que regrese a estos rincones, abandonados por la desidia que en mi cabeza habita cada vez que me veo sumergido en la batalla mundana. Mis oposiciones, a nadie se le escapa, me consumen la vitalidad y me alejan del mundo que persigo (y pretendo hacerme creer que lo conseguiré a través de ellas.) Mis hados me lanzan mensajes y códigos, en este tiempo que me he encerrado del mundo y que inevitablemente me aparta de todo lo que me pulsa a escribir. A pesar de ello hay cosas latentes, conflictos que se han mantenido calientes en mi cabeza y que no he podido sacar aún (y llevo años tratando de hacerlo, nadie crea que es algo de ahora). Mi bella aprendiz me regala 120 minutos impagables con una película, El Lado Oscuro del Corazón, de esas que a alguien como yo sólo pueden perforarle el alma y obligarse a encontrase inevitablemente en ella. Además, para colmo de coincidencias (nunca casuales), Quien habita la ciudad cadáver escribe un hermoso relato que titula Bombones Belgas para Diabéticos. Ambas historias parecen tener un extraño punto en común, o al menos yo se lo encuentro… y ninguna habla de química. El poeta Oliverio (Darío Grandinetti), trasunto ficticio de Oliverio Girondo conversa con la muerte mientras busca a La que Vuela, la mujer soñada, a través de un abanico de caídas y mujeres espejismo. Oliverio recita una y otra vez como bandera de su actitud (y búsqueda) un poema de su homónimo que comienza diciendo:

No sé me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

El personaje del relato de Álvaro confiesa su adicción a los bombones para diabéticos por la única razón de volver a ver a Rebecca, su (para él) inaccesible, lánguida y misteriosa dependienta.

Decía que ninguno de ellos habla de química, que es la primera referencia, excusa, argumento, que se nos viene a la cabeza al hablar del encuentro entre desconocidos… Tener o no tener química, parece que todo queda determinado por fórmulas matemáticas, por reacciones medibles y contrastables. Yo siempre he sido un pésimo estudiante de química (es lugar de ello escribía versos y así me va), le doy una importancia igual a cero, como dice Oliverio, a pesar de que el mundo se escude en ello para explicarse las cosas del amor. El secreto está precisamente en buscar a La que Vuela importándonos un pito que amanezca con aliento afrodisíaco o con aliento insecticida, pero sobre todo teniendo claro que bajo ningún pretexto aceptaremos imitaciones, deben saber volar (no solo parecer que vuelan) o no nos sirve. ¿y quién vuela y quién parece que vuela? Cabe preguntarse. Fácil. Oliverio vuela, no le cabe otra. El personaje de Álvaro parece hacerlo.

Mientras que el primero sufre los sinsabores de vivir sintiendo, se permite el lujo de buscar a alguien como él. Volar parece algo hermoso, bucólico, de un lirismo romántico que casi empalagaría… pero eso es sólo una quimera. Volar implica despegarse de la tierra, eso primero, alcanzar otras alturas (ni mejores ni peores, pero definitivamente otras) implica la soledad de quien mira el mundo pudiendo observar el horizonte, lejos de las actitudes que mueven al mundo pedestre, volar implica la belleza del paisaje, pero también el frío, la ausencia de semejantes, la sensación de apartarse de todo lo que conforma la realidad. Volar implica soledad y vacío la mayor parte del tiempo, tristeza siempre, poco reconocimiento del otro, sensación de fracaso casi perpetua… pero aporta libertad, autoafirmación, altura y grandeza. Todos quieren volar, pero nadie se atreve… la respuesta, la constatación es la actitud del personaje de Álvaro, feliz en la fantasía, en la frescura que le supone encontrase con la dependienta misteriosa, inventada, inaccesible que le pulsa a comprar bombones sólo para apilarlos en casa. Vive feliz en la ensoñación, pero cuando ella se muestra accesible, se repliega, huye… En el fondo, el personaje de la historia de Álvaro vive una vida de mentira de la que en el fondo no desea escapar, solo adormecerse. Aceptar la invitación de la musa supone admitir que no está enamorado de su mujer (quien le grita por acumular los bombones) que su trabajo no le satisface, que desea un cambio que no se atreve a agarrar. En lugar de eso, con mucha lucidez y sensatez, deja de frecuentar la pastelería y busca nuevas Rebeccas que no le fastidien las fantasías a la primera de cambio. Quisiera volar, pero no lo hace.

Vuela Oliverio cuando la muerte (magnífico personaje y qué grandes momentos y charlas con ella) le ofrece una y otra vez ofertas de trabajo que le darían dinero, seguridad, tranquilidad, prestigio social… (Es curioso que sea la muerte la que tienta a Oliverio a aburguesarse) y él las rechaza sistemáticamente al enorme y contundente grito de: ¡¡os las metés por el orto!! Aburguesarse, para un poeta es morir (que se lo pregunten al personaje de Álvaro). Oliverio permanece pobre, solo, triste y poeta. Compra todos los ejemplares de su libro, pues nadie más lo hace, y regala versos a cambio de un menú del día (¿quién dice que la poesía no da para comer?) y puede seguir buscando esperanzado, con dignidad, a La que Vuela, porque no sabe hacer otra cosa, porque no puede vivir de otra manera, no quiere vivir una mentira… y sabrá reconocerla cuando llegue… aunque para ello tenga que descartar a media humanidad (y la otra media lo descarte a él).

Pero volar duele y ese no es un precio que quiera pagar nadie, es mejor hacer lo que el personaje de Álvaro. La vida de este anónimo personaje se parece a la de la mayoría. Seguro que tiene un buen trabajo (que no le satisface y le consume), esposa (que dejó de amar hace tiempo) cierta solvencia económica (que nunca comprará la felicidad) y seguro que de preguntarle aseguraría matar por encontrar a La que Vuela… pero lo cierto es que renuncia antes de empezar… cuando se vuelve posible, real, deja de satisfacerle, ahora implica un movimiento, implica quebrarse y reaccionar ante la farsa, por eso huye, sin saberlo y seguro, apuesto la vida, que mientras se marcha se consuela pensando que, probablemente, no hubieran tenido química.

4 comentarios:

Ciudadano B dijo...

Increíble...

Nunca hubiera pensado que a un relato mío de una página pudiera sacársele:

- Tanta punta.
- Conexión con una película de Subiela.
- Un comentario de la misma extensión del cuento.

Gracias, de veras. Y enhorabuena, la actualización se ha hecho esperar pero la espera ha valido la pena.

Saludos desde la ciudad, de este ciudadano invisible.

Anónimo dijo...

Jo, me ha encantado... Qué mágico el cliché de Amélié contrastando con tu comentario sobre El lado... no sabes lo que me llena el haber sido yo quien te acerque al universo de ese film que mucha gente conoce y dice lo que le mola, pero que dudo todos puedan vivenciar como has hecho tú.
Enhorabuena, por fin nueva entrada en el blog y texto hermoso con el tema de la puñetera química... Me ha alegrado una tarde algo gris.

Besitos de la Aprendiz, hoy más Aprendiz que nunca.

Ciudadano B dijo...

Aprendiz... no vale dejar las cosas a medias: si has tenido una tarde "algo gris" no vale con dejarlo caer. Las tardes grises, normalmente, son tardes para contar... una buena excusa para volver a actualizar tu blog. (Desde aquí también te felicito por haberlo hecho de tan estupenda manera).

Anónimo dijo...

Ya sabía yo que la peli te iva a encantar.... No esperaba menos.
Espero que a partir de Septiembre tengamos más oportunidades para disfrutar de más ciclos de videoforum (I´m clean, you know what I mean...)