sábado, 12 de abril de 2008

RAQUEL ENTRE LAS BRUMAS o los recuerdos que arañan el cristal.


El tiempo se detiene en las fotografías... Un segundo encarcelado en color sepia... atrapado en el latido adolescente, donde el corazón siempre late más fuerte, más deprisa, más intenso. En las fotografías habita un duende invisible... su magia no solo conserva las imágenes impresas. Quedan ahí como huellas en el asfalto, como acantilados de roca que resisten el maltrato del olvido... Nada envejece ni se corrompe entre sus brumas. El aroma del recuerdo que desprenden aviva un enjambre de pulsiones... como ecos sin dueño, pero resuenan en susurros. Ella dice que sus ojos son verdes, pero en mis fotografías son grises como las mañanas de Octubre.
Noviembre húmedo e incierto hace nidos en sus pupilas, entre valles de nubes que apuntan tormenta. Parece salir de aquellas fotografías, apenas pedazos en la memoria, pasajera e ingrata... como si su voz llamase desde el otro lado. Quizá lo hace de algún modo.
La secreta habitante de mis recuerdos protagonizaba el papel de mi vida (quizá también fue la suya, paralela, a destiempo), alumbrando palabras que quedaron cubiertas de polvo, donde puse su nombre a una estrella... Una vez, hace tiempo... pegado al cristal donde sus ojos (verdegris de Enero enredado, enero distante y cautivo) me miraban sin verme y mis manos solo tocaban cristal y colores sin dueño, cuando querían alcanzar la luna más allá del reflejo...
No sabe que existo... quedé dormido... y pasó el tiempo.

Insolente tiempo que amarilleaste mis fotos y arrugaste mi voz con espuma de plata... hiciste dormir a las princesas de mis cuentos (todas tienen el mismo nombre) las llevaste muy lejos... (quizá a esa estrella cuyo nombre había olvidado), secuestraste mis primeros poemas y ufano decidiste correr aprisa y pasar despacio.

De mi sangre de tinta vestí mis inviernos y fabriqué nuevos mundos que poblar de susurros. Una tarde de Abril enloquecido, pintada de azul sobre lienzo rasgado encontré una estrella haciéndome un guiño.
Mi memoria se vistió de princesa al recordar su nombre enterrado en la arena, donde se guardan las horas que no quisimos arrojar al mar... en las brumas de la madrugada se dibujaros sus ojos... verdegris de otoño, de enero olvidado, de enero cautivo...

Tiempo mal nacido, infame bribón que persigues mis historias, arcón polvoriento cubierto de escarcha. No ose tu mano tocar su cabello, déjala ser siempre niña a través de mi ventana...
Ella dice, qué inocencia, que sus ojos son verdes... y no sabe, que fui yo, (quien la inventó en secreto y a escondidas)... quien los pintó de Noviembre.